domingo, 28 de abril de 2013


*Un mensaje a García:*




 “Esta pequeña obra literaria, *UN MENSAJE A GARCÍA*, fue escrita una
noche, después de la cena, en una hora. Érase el 22 de febrero de 1899,
natalicio de Washington, y ya íbamos a entrar a la prensa con el número de
marzo de nuestra revista Phillistine. Brotaba candente de mi corazón,
escrita cual fue, después de un pesaroso día dedicado a tratar de enseñar a
ciertos indolentes moradores de la villa a abjurar de aquel estado comatoso
en que se encontraban y a infiltrarles radioactividad.

La idea surgió de una pequeña discusión, cuando tomábamos el té, en la cual
mi hijo Bert lanzó la especie de haber sido Rowan el verdadero héroe de la
guerra de Cuba. Rowan salió solo y realizó su propósito, llevó el mensaje a
García. Cual destello de luz vino a mi mente la idea. Es verdad, me dije.
El muchacho tiene razón, héroe es aquél que cumple su cometido: que lleva
el mensaje a García. Me levanté de la mesa y escribí *UN MENSAJE A GARCÍA*.
Tan poca fue mi estimación de este artículo, que se publicó sin
encabezamiento en la revista.

Se hizo el reparto y poco después comenzaron a llegar pedidos de una
docena, cincuenta, con ejemplares adicionales del número de marzo de
Phillistine, y cuando la American New Company, pidió mil ejemplares,
pregunté a uno de mis empleados cuál era el artículo que había levantado
tanto polvo cósmico. –Esto de García, me contestó.

Al día siguiente se recibió un telegrama de George S, Daniels, del
Ferrocarril Central de New York, que decía así: “Comuníqueme precio de cien
mil ejemplares artículo Rowan, en forma de folleto. Anuncio Tren Expreso
del Estado Imperial al respaldo. Diga cuándo puede hacerse entrega.”

Contesté cotizando precio y diciendo que podía entregarlo en dos años.

Nuestras facilidades eran pocas y cien mil ejemplares parecía una empresa
magna. El resultado fue que le concedí permiso a Mr. Daniels para que
reprodujera el artículo como quisiera. Lo hizo en forma de folletos en
ediciones de medio millón cada una, y además, el artículo fue reproducido
en más de doscientas revistas y periódicos. Ha sido traducido a todos los
idiomas.

Cuando Mr. Daniel, se ocupaba de la distribución de un *MENSAJE A GARCÍA* el
príncipe Hilakoff, director de los Ferrocarriles de Rusia, se encontraba en
este país. Era huésped de la Compañía Central del Ferrocarril, Central de
New York, y viajó por todo el país acompañado por Mr. Daniels. El príncipe
vio el librito; le interesó; más por el hecho de que Mr. Daniels lo estaba
distribuyendo en tan grandes cantidades que, probablemente, por cualquier
otro motivo.

De todos modos, cuando el príncipe regresó a su país, hizo que se tradujera
al ruso, y se entregara un ejemplar a todo empleado del Ferrocarril en
Rusia. Tras éste vinieron otros países, y de Rusia pasó a Alemania,
Francia, España, Turquía, India y China. Durante la guerra entre Rusia y el
Japón, a todo soldado se entregó un ejemplar de *UN MENSAJE A GARCÍA*.
Llegaron a la conclusión de que debía ser algo bueno y por consiguiente lo
tradujeron al japonés.

Y por orden del Mikado se entregó un ejemplar a todo empleado, civil o
militar, del gobierno japonés.

Más de cuarenta millones de ejemplares de *UN MENSAJE A GARCÍA* han sido
impresos. Se dice que ésta es la circulación mayor en toda la historia que
haya tenido un trabajo literario durante la vida del autor, gracias a una
serie de accidentes afortunados. – H.H.

East Aurora, 1 de diciembre de 1913”.

*UN MENSAJE A GARCÍA*

En todo este asunto de Cuba hay un nombre que sobresale en el horizonte de
mi memoria, como el planeta Marte en su perihelio. Cuando se declaró la
guerra entre España y los Estados Unidos, era muy necesario comunicarse
prontamente con el jefe de los insurrectos. Encontrábase García, allá, en
la manigua de Cuba, sin que supiera su paradero. Era imposible toda
comunicación con él por telégrafo o por correo. El presidente tenía que
contar con su cooperación sin pérdida de tiempo. ¿Qué Hacer?

Se trajo a Rowan y se le entregó una carta que a su vez la entrega a
García. De cómo fue que este hombre Rowan, tomó la carta, la selló en una
cartera de hule, se la amarró al pecho, hizo un viaje de cuatro días y
desembarcó de noche en las costas de Cuba en un bote sin cubierta; de cómo
fue que se internó en las montañas y en tres semanas salió al otro lado de
la isla, habiendo atravesado a pie un país hostil, y entregado la carta a
García, son cosas que no tengo deseo especial de narrar en detalle. Pero sí
quiero que conste que MacKinley, Presidente de los Estados Unidos, puso una
carta en manos de Rowan para que éste la entregara a García. Rowan tomó la
carta y no preguntó: “¿Dónde está García?”

¡Loado Sea Dios! He aquí un hombre cuya figura debe ser vaciada en
imperecedero bronce y puesta su estatua en todos los colegios del país. No
es la enseñanza de los libros lo que los jóvenes necesitan, ni la
instrucción de esto o aquello, sino el endurecimiento de las vértebras para
que sean fieles a sus cargos, para que actúen con diligencia, para que
hagan lo que se les pide: Llevar el Mensaje a García.

No hay hombre que haya tratado de administrar una empresa que requiera
mucho personal que, a veces, no se haya quedado atónito al notar la
imbecilidad del promedio de los hombres, la inhabilidad o la falta de
voluntad de concentrar sus inteligencias en una cosa dada y hacerla.

La asistencia irregular, la desatención ridícula, la indiferencia vulgar y
el trabajo mal hecho, parecen ser la regla general, No hay hombre alguno
que salga airoso de su empresa a menos que, quiérase o no, o por fuerza,
obligue o soborne a otros para que le ayuden, o a menos que tal vez Dios
Todopoderoso, en su bondad, haga un milagro y le envíe el Angel de la Luz
para que le sirva de auxiliar.

Usted, lector, puede hacer esta pregunta. Se encuentra en estos momentos
sentado en su oficina. A su alrededor tiene seis empleados. Llama a uno de
ellos y pídale lo siguiente.”Tenga la bondad de buscar en la enciclopedia y
hágame un memorándun corto de la vida de Correggio.”

Cree que el empleado contestará: “Sí, señor”, y se marchará a hacer lo que
usted le dijo?

Nada de eso. Lo mirará de soslayo y le hará una o más de las siguientes
preguntas:

¿Quién era Correggio? ¿En cuál enciclopedia? ¿Dónde está la enciclopedia?,
¿Acaso fui empleado yo para hacer eso? ¿No querrá decir usted Bismarck?
¿Por qué no lo hace Carlos? ¿Murió? ¿Hay prisa para eso? ¿No sería mejor
que le trajera el libro y usted mismo lo buscará? ¿Para qué quiere usted
saberlo?

Y me atrevería a apostar diez contra uno, que después que haya contestado
el interrogatorio y explicado la manera de buscar la información que
necesita y por qué la necesita, su empleado se retirará y obligará a otro
compañero a que le ayude a encontrar a GARCIA, regresando poco después
diciéndole que no existe tal nombre . Desde luego, puede darse el caso de
yo pierda la apuesta, pero según la ley de promedios, no debo perder.

Ahora bien, si usted sabe lo que tiene entre manos, no debe molestarse en
explicar a su auxiliar que “Correggio” está indicado con “C” y no con “K”,
sino que sonriente y de buen humor le dirá: “Está bien, déjelo", y dicho
esto se levantará y lo buscará usted mismo.

Y esa incapacidad para obrar independientemente, esa estupidez moral, esa
deformidad de la voluntad, esa falta de disposición para hacerse cargo de
una cosa y realizarla, ésas son cosas que se ha propuesto para el largo
plazo, en el futuro, el socialismo puro. Si los hombres no actúan por su
propia iniciativa por sí mismos, ¿que harán cuando el producto de sus
esfuerzos sea para todos? La fuerza bruta parece necesaria y el temor a ser
“rebajado” el sábado a la hora del cobro, hace que muchos trabajadores o
empleados conserven el trabajo o la colaboración.

Anuncia buscando un taquígrafo, y de 10 solicitantes, nueve son individuos
que no tienen ortografía, y lo que es más, individuos que no creen
necesario tenerla. Podría esta persona escribir Una Carta a García.

-Mire usted - me decía el gerente de una gran fábrica - mire usted aquel
tenedor de libros.

-Bien, ¿qué le pasa?

Es un magnífico contador, más si le manda a hacer una diligencia tal vez la
haga, pero puede darse el caso de que entre en cuatro bares antes de
llegar, y cuando llegue a la calle principal ya no se acuerde de lo que le
dijo.

¿Puede confiar a ese hombre que lleve un mensaje a García?

Recientemente hemos estado oyendo conversaciones y expresiones de muchas
simpatías hacia “los extranjeros naturalizados que son objeto de
explotación en los talleres”, así, como hacía “el hombre sin hogar que anda
errante en busca de trabajo honrado” y junto a esas expresiones con
frecuencia se emplean palabras duras hacia los hombres que están en el
poder.

Nada se dice del patrón que se aventaja antes de tiempo, tratando en vano
de inducir a los eternos disgustados y perezosos a que hagan un trabajo a
conciencia, ni se dice nada del mucho tiempo ni de la paciencia que ese
patrón ha tenido buscando personal que no hace otra cosa sino “matar el
tiempo” tan pronto como el patrón vuelva la espalda.

En todo establecimiento y en toda fábrica se tiene constantemente en
práctica el procedimiento de selección por eliminación. El patrón se ve
constantemente obligado a reducir personal que ha demostrado su
incompetencia en el fomento de sus intereses, y a tomar otros empleados,
sin importar que los tiempos sean buenos. Este procedimiento de selección
sigue en todo tiempo y la única diferencia es que cuando las cosas están
mal y el trabajo escasea, se hace la selección con más escrupulosidad, pero
sin duda el incompetente y el inservible es el que tiene que salir de
cualquier organización si se desea mantener la salud en la empresa. Por
interés propio, el patrón tiene que quedarse con los mejores, con los que
pueden llevar un mensaje a García.

Conozco a individuos de aptitudes verdaderamente brillantes, pero sin la
habilidad necesaria para manejar su propio negocio, y desde luego
completamente inútil es para cualquier otro, debido a la insana sospecha
que constantemente abriga de que su patrón le oprime o trata de oprimirle.
Sin poder mandar no tolera que se le mande. Si se le diera un mensaje para
que lo llevara a GARCÍA, probablemente su contestación sería: “Llévelo
usted mismo”.

Hoy ese hombre anda errante por las calles en busca de trabajo, teniendo
que sufrir la inclemencia del tiempo. Nadie que le conozca se ofrece a
darle trabajo, puesto que es la esencia misma del descontento. No entra por
razones y lo único que en él podría producir algún efecto sería un buen
puntapié salido de la punta de una bota del número nueve, de suela gruesa.
Sé en verdad, que un individuo tan moralmente deforme como ése, no es menos
digno de compasión que el físicamente inválido; pero en nuestra compasión
derramaremos también una lágrima por aquellos hombres que se encuentran
enfrente de grandes empresas, cuyas horas de trabajo no están limitadas por
el sonido de salida del silbato, cuyos cabellos prematuramente encanecen en
la lucha que sostienen contra la indiferencia zafia, contra la imbecilidad
crasa y contra la ingratitud cruenta de los otros, quienes, a no ser por el
espíritu emprendedor de aquellos, andarían hambrientos.

Diríase que me he expresado con mucha dureza. Tal vez sí, pero cuando el
mundo entero se ha entregado al descanso yo quiero expresar una palabra de
simpatía hacía el hombre que sale adelante en su empresa, hacía el hombre
que, aun a pesar de grandes inconvenientes ha sabido dirigir los esfuerzos
de otros hombres y que, después del triunfo, resulta que no ha ganado nada
más que su subsistencia.

También yo he cargado mi lata de comida para el taller y he trabajado a
jornal diario, y también ha sido patrón y sé que puede decirse algo de
ambos lados.

Hay excelencia en la pobreza ”per se”. Los harapos nos sirven de
recomendación, no todos los patrones son capaces y tiranos y no todos los
pobres son virtuosos.

*Mis simpatías todas van hacia el hombre que hace su trabajo cuando el
patrón está presente, como cuando se encuentra ausente. Y el hombre que al
entregársele una carta para GARCÍA, tranquilamente toma la misiva, sin
hacer preguntas idiotas, sin intención alguna de arrojarla a la primera
alcantarilla que se encuentra a su paso o de hacer cosas que no sea el
entregarla al destinatario. Ese hombre no se queda nunca sin trabajo, ni
tiene que declararse en huelga para que se le aumente el sueldo. La
civilización busca ansiosa, insistentemente, a esa clase de hombres.
Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue. Se le necesita en toda
ciudad, en todo pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda y fábrica y
en todo taller. *

El mundo entero lo solicita a gritos, se necesita con urgencia al hombre
que pueda llevar UN... MENSAJE A GARCIA.

*Autor: Herbert Hubbert*

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