El caso en el que los jueces no supieron dictar sentencia
Protágoras de Abdera fue un sofista griego, experto en retórica que recorría el mundo griego cobrando elevadas tarifas por sus conocimientos acerca del correcto uso de las palabras. Platón lo denominó como “sofista profesional” (el uso de las palabras para tener éxito).
Tal fue su éxito que incluso creó una Escuela de sofistas en la que sacaba pingües beneficios de sus enseñanzas. No sabemos el motivo pero admitió a Enatlus, un joven sin recursos, bajo su tutela para instruirle en el arte de las palabras. Como Enatlus no podía pagarle firmaron un acuerdo por el que el joven pagaría sus clases cuando hubiera ganado el primer caso.
Enatlus fue un brillante alumno y terminó su enseñanza sin ningún problema, pero viendo que el mundo del comercio era más lucrativo dejó de lado la abogacía con el lógico enfado del maestro. Éste le recordaba continuamente la deuda contraída y el alumno le respondía:
¡Después de que gane mi primera causa, maestro!
Protágoras se cansó de esperar y lo llevó a los tribunales. Antes de iniciarse el proceso, Protágoras tomó la palabra:
¡Señores jueces! ¡O yo gano o yo pierdo esta causa!
Si gano deberá pagarme porque la sentencia es a mi favor; si pierdo, deberá pagarme, igualmente, porque ha ganado su primera causa, según lo establecido en nuestro acuerdo.
Enatlus estaba perdido… pero demostró que había sido un buen discípulo. Tomó la palabra y, utilizando los argumentos del maestro, dijo:
¡Señores jueces! ¡O yo pierdo o yo gano esta causa!
Si pierdo, no debo pagar nada pues perdí mi primera causa, según el acuerdo establecido; y si gano, tampoco deberé pagar nada porque la sentencia es a mi favor.
Esta “guerra de sofistas” dejó a los jueces desconcertados y fueron incapaces de dictar sentencia.
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